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Diplomacia sin Inteligentsia. Tragicomedia en tres actos

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10.03.2025

Primer Acto. “Todos con el cambio”
Si bien la presencia de artistas, escritores y promotores culturales en la diplomacia mexicana ha sido constante desde el siglo XIX, la decisión tomada por el canciller Jorge Castañeda, a principios de 2001, de convertirlos en parte medular de su proyecto cultural provocó una incesante polémica que, a un año de su salida de la Secretaría de Relaciones Exteriores (sre), aún no ha logrado agotarse. Desde el principio, la invitación hecha a una veintena de intelectuales para convertirse en agregados culturales provocó hondos resquemores. No obstante, a mediados de 2001 Castañeda y su principal operador cultural, Gerardo Estrada, habían enviado un importante contingente de escritores y artistas a diversas embajadas y consulados, desatando el inmediato entusiasmo de los países receptores.
     Al año siguiente, poniendo en marcha una vieja idea defendida por Carlos Fuentes, Castañeda anunció la creación del Instituto de México, un organismo cultural que, a SEMejanza del Instituto Cervantes español, del Goethe alemán, las Alianzas francesas o el British Council, se dedicaría a difundir la cultura mexicana y el español de México. Aunque ahora nadie lo reconozca, se trataba del más importante proyecto cultural emprendido por el gobierno mexicano en el exterior. Comprendiendo que la imagen de México está indisolublemente ligada a su tradición cultural, la creación de un organismo autónomo capaz de coordinar la labor de sus distintas sedes no podía parecer más acertada.
     Cuando Castañeda renunció a la SRE a principios de 2003, el proyecto del Instituto de México, dirigido por Alejandra Rangel, había avanzado notablemente a pesar de las inevitables dificultades financieras y administrativas. Asimismo, la mayor parte de los nuevos funcionarios había comenzado a desarrollar una importante labor para difundir nuestra creación contemporánea. Por desgracia, el nombramiento de Luis Ernesto Derbez no condujo a una transición institucional, sino a una renovación completa de la SRE. Durante meses, el nuevo canciller no pareció dedicarse más que a desmantelar las acciones de su predecesor.
     Sin siquiera conocer la labor de sus subordinados, Derbez afirmó que no seguiría concediendo “becas Tlatelolco”, inconforme con esos agregados culturales que sólo se dedicaban a “escribir novelas” (o pintar cuadros, supongo), y a continuación anunció una drástica revisión del proyecto cultural previo. A lo largo de diez meses, dicha “evaluación” se resumió en una sola palabra: silencio. En medio de la incertidumbre, algunos agregados optaron por renunciar,........

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