León XIV: latinoamericano, misionero y mediador, por Juan De la Puente
La designación al papado del cardenal Prevost presenta varios ángulos de interpretación añadidos a la milenaria tradición electiva de un líder al mismo tiempo religioso y político. Desde la elección de Juan Pablo II, en los inicios de la actual globalización, este momento renueva una circunstancia excepcional: se trata de una operación de alta política ejecutada por un reducido grupo de actores que solo controla las claves internas de su decisión, en tanto deja al elegido y a su capacidad acción -un sotf power potenciado por las policrisis- el uso de una variedad de herramientas expresivas fuertemente decisivas dentro y fuera de la iglesia.
En su papado inicial, León XIV es bastante singular. Su misma identidad personal es inclusiva: peruano más que norteamericano, matemático, mestizo tricontinental, misionero y líder de los agustinos por una década. Su salto más grande no es de Chicago a Chiclayo, sino de Chiclayo a Roma: fue proclamado cardenal solo un año y medio antes de su elección como papa.
¿Cómo fue posible que un prelado casi desconocido ascendiera al trono del Estado más antiguo del mundo? No parece ser solo un asunto de números o, mejor dicho, es un asunto de números resultado de un proceso de transformación identitaria y territorial de la iglesia, completado por el papa Francisco.
Francisco nombró en apenas una década a 108 de 135 cardenales electores, es decir, el 80% del colegio cardenalicio. Pero hay más: de los 135 electores, 82 no son de Europa, a lo que habría que agregar que de los 252 cardenales actuales, con y sin derecho a voto, 138 tampoco son europeos. Es decir, no solo el papa es multicultural, sino la iglesia actual.
Francisco forzó en pocos años un desorden creativo en la iglesia católica transformando el lenguaje y las señas de la identidad ideal del sacerdocio y de la iglesia. Estableció un sentido común nuevo marcado por la........
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