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Claudia y el halcón de la reina

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17.12.2025

En 1558, Isabel I ascendió al trono. En ese tiempo, Inglaterra era un avispero: una economía frágil, la nobleza dividida, y las potencias extranjeras haciendo planes de conquista. Ante la adversidad que presentaba su entrada al poder, era necesario enviar un mensaje duro, una advertencia a internos y externos, algo que dejara claro quién mandaba. En lugar de realizar actos estridentes, hizo algo mucho más sutil.

En su primera aparición pública como reina, mientras la corte entera la observaba en silencio, levantó el brazo y soltó un halcón adiestrado. El ave alzó vuelo, dio un amplio giro sobre los presentes y se posó exactamente donde Isabel había calculado. La escena duró tan sólo unos segundos. A simple vista fue un gesto curioso; para cualquiera podría parecer una excentricidad. Sin embargo, para la corte, para los embajadores, los aristócratas y los operadores del poder de aquel tiempo, bastó esa escena para entender lo que estaba diciendo sin pronunciar una sola palabra:

“El poder lo tengo en mi mano. Yo decido la dirección........

© La Razón