León Sarcos: Las peligrosas amenazas del tecnopopulismo
Lo único peor que la ignorancia es la ignorancia armada de poder. Allen Ginberg
¡Despertad jóvenes de la nueva era! ¡Desplegad vuestras inteligencias contra los mercenarios ignorantes! Pues llenos están los campamentos, los tribunales, las universidades de mercenarios que, si pudieran, prolongarían por siempre la guerra de los cuerpos, y arruinarían la lucha de la inteligencia. William Blake
El arte degradado, negada la imaginación, la guerra gobernaba las naciones. La consumación de esa aterradora trilogía no podía sorprender a la condición humana, espectadora consciente durante décadas del proceso de idiotización y dominación al que nos conduciría una nueva oligarquía resultado de la alianza entre los nuevos gobernantes populistas y los monarcas millonarios propietarios de las nuevas tecnologías.
Pienso que Roszak fue un profeta cuando escribió su libro El nacimiento de una contracultura, en 1970. Se adelantó en medio siglo, con mucha certeza, para anunciar el advenimiento del totalitarismo tecnológico, y la mansedumbre y satisfacción, para nuestra propia desgracia, asumido como una panacea o falso empoderamiento para hacernos protagonistas de nuestro destino.
El incierto camino del dominio tecnocrático
Lo que debió ser asistencia promovida para aprender y ser y acortar la brecha entre ricos y pobres, se ha convertido en mecanismo de manipulación que hace al individuo –y sus atributos materiales y físicos– a la violencia, la crueldad, la truculencia, la pornografía, material accesible a todos, sin ningún tipo de discriminación de edad o sexo; hecho para gustar con fines comerciales, transformado en mercancía degradada y degradante que explota los más bajos instintos humanos.
Esa es la razón por las que las argumentaciones del historiador estadounidense me siguen atormentando. Observo que la mayor parte de la humanidad es feliz con las redes, la imaginería, los malos chistes, lo grotesco y la mentira como parte de una etapa donde se hace evidente la distante separación de la sociedad y las representaciones tradicionales, y la pobreza conceptual, la carencia de formación política y el extravío de algunos liderazgos que nacen de las modernas plataformas tecnológicas que se consolidan hoy en el mundo.
Sin duda da la impresión de que la ausencia de sentido común y sensatez será prolongada, como la de los liberales que nunca aceptaron la intervención del Estado, hasta que tuvieron que tragarse el estado de bienestar, o como los partidarios del marxismo a quienes una parte de la humanidad ha tenido que vivir soportando sus truculentos dictados y sus famosos asaltos al poder que tanta muerte y miseria han ocasionado. Pocos intelectuales sabios y fríos como Raymond Aron destacan por su promisorio trabajo de análisis y visión de adelantado que lo cuestiono teóricamente hasta el final.
La contracultura más que ‘‘merecer’’ atención, la exige desesperadamente, puesto que yo –dice Roszax– al menos, ignoro por completo dónde puede encontrarse, además de en esa parte de la juventud disidente –los jóvenes que encabezaron la rebelión de los sesenta– y entre los herederos de sus próximas generaciones, un profundo sentimiento de renovación y un descontento radical susceptible de ayudar a transformar esta desorientada civilización nuestra en algo que el ser humano pueda identificar como su hogar.
Creo, además, dice, que es cosa de todos impedir la consolidación definitiva del totalitarismo tecnocrático, en el que terminamos ingeniosamente adaptados a una existencia totalmente enajenada de todo aquello que siempre ha hecho de la vida del hombre una aventura interesante.
El poder de la tecnocracia, de la técnica y la tecnología
El Leon duerme al sol. Tiene la nariz sobre las patas. El Tigre corre por el tejado. Tiene el cerebro entre las garras Allen Ginsberg
Grosso modo, la tecnocracia es el sistema, la técnica los procedimientos o la función y la tecnología los instrumentos que produce la técnica en alianza con la ciencia. Cuando un sistema político cualquiera controla todo el entorno cultural, tenemos un totalitarismo. Generalmente son regímenes criminales brutales sostenidos a fuerza de represión, persecución, asesinato y fusil, en el intento de poner toda la vida entera bajo control autoritario.
En el caso de la tecnocracia, el camino es diferente. Se llega a un totalitarismo muy perfeccionado, que logra hacer felices temporalmente a los seres humanos porque sus técnicas son cada día más subliminales –y sirven a todos los sistemas políticos por igual: a los liberales, a los socialismos autoritarios como el de Rusia o al comunismo chino–, porque a pesar de tener un enorme poder de coerción, prefiere ganar nuestra conformidad explotando nuestra veneración profunda por la visión científica del mundo. Por ese motivo salta, ríe y aplaude Elon Musk emocionado cuando Donald Trump exalta el proyecto de poblar Marte, manipulando la seguridad y el confort de la abundancia que nos da la ciencia y la tecnología.
Marcuse hace un llamado de atención en El hombre unidimensional. La administración científica del aparato productivo es la condición del capitalismo avanzado, pero también del desarrollo socialista y lo fue del fascismo y del nacional socialismo, y distingue entre técnica y tecnología. La técnica es funcional a los intereses sociales y políticos, no tiene signos de valor en sí misma y puede ser utilizada tanto para la libertad como para la esclavitud.
La tecnología la considera como un proceso social que integra a los aparatos técnicos, pero los excede. La tecnología como modo de producción, como totalidad de instrumentos, mecanismos y aparatos que caracteriza a la edad de la máquina, hoy electrónica, es así, al mismo tiempo, un modo de organizar y perpetuar (o cambiar) las relaciones sociales como manifestación del pensamiento prevaleciente y de los modelos de comportamiento, instrumento para el control y la dominación.
Para Marcuse, no es la técnica sino el sistema el que ha universalizado su lógica; entonces la salida no es oponerse al progreso técnico, vital para el desarrollo material y espiritual, sino a los intereses que subyacen en ese proceso, que en el capitalismo se reduce a la acumulación de capital que hoy ostentan con desenfado, en proporciones........
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