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La otra cara: “De la Doctrina Monroe a Trump y la Exclusión Migratoria” Por José Luis Farías

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02.02.2025

A propósito de las recientes andanzas xenófobas de Donald Trump contra los inmigrantes, es necesario recordar que su conducta supremacista no es un desliz personal ni un error puntual en la historia política de los Estados Unidos, sino que está inscrita en el ADN mismo de los gobiernos norteamericanos. Trump es solo la última encarnación de una tradición con raíces profundas en los orígenes del país, desde la Doctrina Monroe hasta sus interpretaciones actuales.
Hablar de los Estados Unidos y su relación con los inmigrantes es hablar de cómo la nación ha construido su identidad a partir de la exclusión y la segregación. La Doctrina Monroe, proclamada en 1823, se erige como una de las primeras expresiones de esa actitud imperialista: “América para los americanos, pero no para todos los americanos”. Su política exterior establecía dos esferas: la de los pueblos “civilizados”, a los que Estados Unidos reclamaba su derecho de intervención, y la de los “bárbaros”, condenados a la subordinación.
El nacionalismo y el supremacismo que impregnan el discurso político estadounidense no son episodios aislados, sino una ideología fundacional que ha atravesado los siglos. Las interpretaciones posteriores de la Doctrina Monroe, especialmente en el siglo XIX y principios del XX, como las intervenciones en Cuba o la anexión de Puerto Rico, son antecedente directo de lo que hoy ocurre con Trump. Su ataque a los inmigrantes no es solo una cuestión de políticas migratorias, sino una manifestación de una estructura de poder y control donde el “otro”, el latinoamericano, el asiático o el africano, es percibido como un obstáculo para el “progreso” de una nación que, según su mito fundacional, se ha autodenominado “la tierra de las oportunidades”, pero solo para unos pocos.
Trump no hace más que perpetuar este legado, actualizando un discurso que sigue manteniendo su fondo esencial: la idea de una América cerrada, construida sobre la creencia de que algunos son más americanos que otros. Lo más preocupante de todo esto es que, al intentar preservar esa identidad “pura”, Trump y sus seguidores no solo atacan a los inmigrantes, sino a la misma idea de América como una nación plural y diversa.

Lo que Trump representa es una herencia mucho más antigua, una que no comenzó con él ni con su mandato, sino mucho antes, cuando la Doctrina Monroe y sus reinterpretaciones establecieron que la grandeza de Estados Unidos se construía sobre la exclusión de todo aquello que considerara ajeno o inferior. Una herencia que, lamentablemente, sigue viva, aunque mutada, en su más contemporáneo exponente.

La paradoja de la inmigración: el muro y la campaña de Trump

En la política, como en la vida, las contradicciones no siempre son evidentes a simple vista. La campaña de Donald Trump, marcada por su anticomunismo y la promesa de derrocar a los “tiránicos” gobiernos de Maduro, Ortega y Díaz-Canel, resonó especialmente en el electorado de Florida. Este sector, mayormente compuesto por descendientes de cubanos que huyeron de regímenes comunistas, no parecía notar que durante su mandato, Trump adoptó medidas profundamente contradictorias hacia los inmigrantes, aquellos que llegaban buscando la misma “libertad” que ellos habían encontrado.

El primer mandato de Trump estuvo marcado por una serie de medidas en contra de la inmigración, muchas de ellas en clara oposición a los valores que los exiliados cubanos habían encarnado. Su promesa de “hacer América grande otra vez” se basaba en frenar lo que él veía como una amenaza: la llegada masiva de inmigrantes ilegales, especialmente de América Latina. Esto se materializó en su promesa de construir un muro a lo largo de la frontera con México, una barrera simbólica que representaba un rechazo radical a la inmigración. Muchos de esos inmigrantes venían de países que, precisamente, habían vivido o vivían bajo regímenes autoritarios.

Trump implementó la política de “tolerancia cero”, que resultó en la separación de miles de familias en la frontera, provocando protestas internacionales. Sin embargo, en Florida, muchos votantes prefirieron ignorar que el gobierno de Trump separaba familias en su frontera mientras denunciaba la separación de familias en Cuba, Nicaragua o Venezuela. A pesar de sus intentos de justificar estas políticas por razones de seguridad nacional, la contradicción era evidente.

Las restricciones a los solicitantes de asilo y la creación del “protocolo de protección al migrante” (MPP), que obligaba a los solicitantes de........

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