Sin gritos
Personas comprando velas en pleno apagón nacional. / L.O.
Roma es, para mí, la ciudad a la que mi madre va para luego contarnos momentos increíbles. En una de sus trattorias pidió un tiramisú y el camarero le dijo, compungido: «È finito», y ella contestó, olvidando que hablaban en italiano, porque ella quería tiramisú, que finito, gordito, que le daba igual...
En otro viaje a la Ciudad Eterna con un matrimonio amigo, a él le dio un apechusque importante al entrar a un restaurante, y ella, sanitaria de profesión, estuvo atendiendo a su marido mientras llegaba la ambulancia que se lo llevaría al Santo Spirito, que no sé si es un nombre esperanzador o inquietante para unas urgencias. Lo curioso esta vez es que la camarera, en una mezcla de italiano y español, señaló a todos, ante la concentrada y preocupada actitud de la mujer con su marido, lo que para ella faltaba en esa escena, y lo dijo bien alto: «¡La signora non........
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