Tabaco y terrazas, mala combinación...
Era un puro. No sé si habano o no, porque mi cultura sobre las cualidades organolépticas del tabaco es absolutamente inexistente, tal y como corresponde a quien nunca ha probado un cigarrillo ni cualquier otra preparación similar. Un puro grueso, cuya combustión lenta producía expansivas volutas de humo que, no sé por qué razón fruto del azar, terminaba irremediablemente en mi cara. Aquel café en compañía en una terraza céntrica, planeado como un pequeño placer, se tornó en verdadero infierno. Me volví y le miré, buscando algún atisbo de comprensión. Pero la verdad es que ni le vi ni me vio, porque entre nosotros flotaba a media altura una suerte de marasmo gaseoso entre gris y negro. Comprendí, entonces, que mejor era hacer mutis por el foro y poner proa a otro lugar. Cambiarme de mesa, vamos. Y eso hice lo más lejos posible, después de buscar la mirada aprobatoria y hasta cómplice del camarero encargado de la terraza.
Más tarde, hablando con este último, le comenté que desde pequeño tengo grandes problemas con el humo del tabaco. No sé exactamente por qué, pero su presencia cerca me produce un especial daño. ¿A usted no? En mi caso no es, les adelanto, porque haya probado poco tal tipo de situaciones. Mi querida familia, a pesar de........
© La Opinión A Coruña
