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Europa: agonía y partición

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En 1945, cuando los escombros de la guerra aún humeaban, apareció La agonía de Europa, de María Zambrano, un libro escrito entre las llamas de 1940 y 1944, como si cada ensayo fuera un rescoldo arrancado al incendio. Su precisa inteligencia percibió que, bajo esa devastación humana, lo que estaba agonizando era en realidad algo más que una forma de vida o una percepción del mundo. Ese algo trataba de la “estructura íntima de una cultura”: el “alma de Europa”. 

En el primer ensayo del volumen, la autora española documenta la metáfora de manera prolífica: “La conciencia europea pasó sin tránsito de la ingenuidad más optimista al terror. Terror que, después de la guerra del 14, se ha ido apoderando de todos los resortes vitales. Marea que ha llegado a inundar el alma entera de Europa, dejándola enajenada, sin deseo alguno, incapaz de combate, en mortal quietud, como un pantano”. 

Sólo una pensadora que conocía de manera tan certera la religiosidad europea podía intuir que una historia del fascismo debía escribirse como síntoma de un deseo mutilado; una pulsión fallida que, incapaz de redimirse, erige altares a la destrucción. Más que un fenómeno político, Zambrano vio en el fascismo el último ritual de un mundo que, al perder su aura, sacrifica su propia memoria en la espiral del progreso (Benjamin dixit). La pregunta, tan elíptica como........

© La Jornada