Estas no son predicciones (no soy Nostradamus, y mucho menos Elon Musk ni Bill Gates, los actuales “profetas” que nos dicen cómo será el mundo del futuro…, según su sesgado criterio, claro). Son modestas apreciaciones, hechas con los elementos de análisis disponibles -que nunca son muchos, porque los proyectos estratégicos de largo alcance de las potencias nunca se conocen en detalle- que intentan mostrar dónde estamos parados, y hacia dónde pueden ir las cosas.
Es imprescindible hacer saber que están concebidas desde el campo popular, reivindicando a los pueblos del mundo -siempre en precariedad en el sistema global capitalista-, pensando en alternativas que vayan más allá del estado actual de penurias en que viven las grandes mayorías planetarias. Sin pretenderse “predicciones”, lo que está claro al analizar la coyuntura global es que no vienen tiempos fáciles para las grandes mayorías. Todo por el contrario. La llegada de la “motosierra” de Trump augura más penurias. Por tanto, más resistencia, más luchas. El socialismo, hoy muy golpeado, no ha desaparecido de la perspectiva histórica de la humanidad. Y aunque Javier Milei vocifere “¡Tiemblen, zurdos de mierda!”, la lucha popular por un mundo mejor continúa.
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Los avances científico-técnicos que se van logrando en el mundo son fabulosos. Estamos ya plenamente en la era de tecnologías deslumbrantes, impensables apenas unas décadas atrás: informática, espacio digital, robótica, inteligencia artificial, viajes interplanetarios. Todo ello podría ser de gran beneficio para la humanidad completa, pero el modo de producción capitalista vigente impide que esos portentosos avances sirvan para resolver ancestrales problemas. Junto a todas esas maravillosas capacidades continúan el hambre, la ignorancia, la exclusión, enfermedades previsibles, falta de satisfactores básicos. Con los modelos actuales de desarrollo, con el auge sin parar de planteos neoliberales, es imposible lograr equilibrios más justos. Las asimetrías continúan profundizándose. La tendencia actual es a concentrar en forma creciente las riquezas en muy pocas, poquísimas manos, mientras mayorías cada vez más extendidas viven en condiciones precarias, a veces de pura sobrevivencia. La clase trabajadora -esto a nivel planetario-, los pueblos en general, han sido dominados (“domesticados”, disciplinados) por la clase dirigente, a nivel de cada país y en un contexto internacional. Los ideales socialistas de décadas pasadas han sido sacados de circulación, muchas veces en forma sangrienta, lo cual no significa que hayan perdido vigencia. Lo cierto es que, salvo algunas pocas experiencias sobrevivientes de planteos socialistas, corriendo suertes dispares (China, Cuba, Norcorea, Vietnam), no hay un clima de transformación revolucionaria de la sociedad como en el pasado. Lo más a que pareciera poder aspirarse es a gobierno progresistas, llegados por voto popular, siempre en el marco de la incuestionable institucionalidad capitalista. El capitalismo pareciera marchar victorioso. No es así, pero la percepción que ha logrado crear a través de toda su parafernalia mediático-cultural-ideológica (incluyendo el internet como poderosísima arma de control) así lo hace visualizar. Repitiendo lo dicho por un ícono del neoliberalismo, la británica Margaret Thatcher, la -impuesta- sensación dominante es que “No hay alternativa”. La situación geopolítica del mundo actual puede compararse con un barril de pólvora sobre el que la humanidad estaría sentada, con la posibilidad de que una pequeña chispa pueda producir un resultado catastrófico. Es imposible, por tanto, vaticinar cómo seguirá todo esto. Sobran tensiones, pero lo que queda claro es que la hegemonía occidental, liderada por Estados Unidos, está en declive. En ese sentido no es posible dar un resultado final de la guerra en curso en Ucrania, saber cómo seguirá la explosiva situación de Medio Oriente, qué pasará con los tambores de guerra que suenan en torno a Taiwán, y qué escenarios se abrirán con el auge de los BRICS con su propuesta de desdolarización de la economía global, apoyados por la creciente fortaleza china y rusa. De todos modos, con los elementos de análisis a los que se puede acceder, elementos que no son demasiados, por cierto, pueden verse tendencias, no muy claras aún, pero que ya empiezan a prefigurarse. Con la ascensión de Trump a la presidencia de la principal potencia capitalista, se abre un nuevo capítulo donde queda claro que Washington intenta recuperar el terreno perdido en estas décadas, poniendo como principal obstáculo para su geohegemonía a China. Lo que está claro también es que con las políticas neoliberales en curso se han precarizado a un grado extremo las condiciones de trabajo y de vida de los más amplios sectores del mundo, tanto en el Sur como en el Norte, habiendo salido de agenda, al menos temporalmente, los ideales socialistas y la búsqueda de transformaciones revolucionarias. En síntesis, y tal como van las cosas en este momento, todo indica que marchamos inexorablemente hacia un mundo multipolar, donde Estados Unidos -con la nueva presidencia- está dispuesto a no ceder su lugar de poder pretendiendo siempre la unipolaridad incuestionable. Pero de socialismo, de momento: nada. Los BRICS pueden abrir nuevos escenarios, siempre en la perspectiva capitalista. De todos modos, aunque no se ven propuestas de transformación revolucionaria a la vista, la dinámica global sigue marcada hondamente por diversos tipos de conflictos, y eso puede reventar en cualquier momento y de formas sorprendentes. Una........
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