Un cuento de guerra
Debajo de las mantas del refugio estoy a salvo; aquí no pueden alcanzarme los efectos de una bomba nuclear.
Cómo nos gustaba jugar a hacer refugios antinucleares desde el día en que nos leyéramos aquel cómic: Cuando el viento sopla. Y qué acogedor es un refugio iluminado por linterna. La luz de una linterna bajo las mantas, un hueco del tamaño del calor irradiado por mi cuerpo en ese único espacio tan lleno de mí, de los cuadernos. Los lápices, los colores, templados en mi sol celular alumbrando en el papel las ideas según las pienso. Todo aquí.
El baño y la cocina en el exterior, pero todo aquí. Los pies en sus calcetines acarician las pinturas de madera.
El niño busca en el silencio de la hoja en blanco, defino a carboncillo los contornos de los escombros, asomo brazos, piernas, orejas de niños, cuerpecitos mutilados como las casas: en realidad no hay refugio para la maldad bien........
© Insurgente
