Tres personas caminan entre la oscuridad y con sus propias linternas en Elche tras el apagón del lunes pasado que afectó a toda España. / Áxel Álvarez

El apagón nos ha traído la repetición de conductas que, ya por estar normalizadas, no sorprenden ni generan repulsa, si no ética, algo anclado en un pasado que amenaza con no regresar, sí al menos intelectual o simplemente racional.

Nada se sabe aún de las causas de un suceso que debe ser calificado de extremadamente grave en un país del llamado primer mundo. La investigación de un fallo producido en un escaso segundo y medio llevará meses, aunque tenemos la seguridad de que se conocerán las causas. Tres meses tiene España para realizar el obligado informe y seis la UE que, por tratarse de un incidente extremo, debe a su vez confeccionar otro. Técnicos y expertos suficientemente preparados hay y en ellos debemos confiar, y solo y exclusivamente en ellos. Simplemente porque son los que saben y conocen su arte, oficio y especialidad.

Por el contrario, habiendo transcurrido solo algunas horas, nuestros políticos, de uno y otro lado, y los llamados periodistas adeptos o sometidos a líneas editoriales claramente marcadas por tendencias ideológicas o afinidades partidarias, ya estaban en lo suyo: la defensa del gobierno o la condena sin paliativos de éste. Y, a tal efecto, por mero voluntarismo, sin conocimiento alguno de lo que........

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