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El lunar
Aunque nos parezca que no, los hijos nos miran, todo el tiempo. El ejercicio de su mirada es constante, a veces admirativo, a veces crítico, pero siempre marcado por una sed inmensa de verse en nosotros, de aprendernos y aprenderse.
¡Qué responsabilidad inmensa ser espejo y agua cálida para quienes más amamos! ¡Qué frágiles y qué poderosos en esa posición de ser juzgados e imitados! Todas las excusas son pobres para no hacerlo bien, incluso aquella de hacer lo que se puede.
Mi hija me analiza. A veces me pide pintarse los labios como yo, me........
© Granma
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