Ser abogada equivale, en muchos casos, a conciliar hasta lo imposible
Hace algunos años, una joven abogada me dijo con frustración: “Quisiera ser socia, pero no sé cómo lograrlo sin sacrificarlo todo”. Su comentario me dejó pensando. En el mundo legal, las mujeres no solo ejercemos Derecho, también debemos realizar muchas otras tareas que socialmente se nos asignan como nuestra responsabilidad por el solo hecho de ser mujer. No solo litigamos, negociamos contratos y cumplimos con las exigencias de clientes, jefes y colegas, sino que también asumimos innumerables tareas ajenas como propias. Ser abogada, en muchos casos, equivale a obtener un doctorado en la conciliación de lo imposible.
El mercado laboral premia la disponibilidad absoluta, aquello que la economista Claudia Goldin llama greedy work: trabajos que demandan presencia constante, flexibilidad nula y disponibilidad total. Este tipo de dinámica laboral castiga de manera desproporcionada a las mujeres, quienes aún cargamos la mayor parte del trabajo no remunerado en el hogar. En el sector legal, donde los horarios impredecibles y la cultura del always on son la norma, la penalización es aún más severa.
Pero este no es un........
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