Desde los inicios de la humanidad, la lucha por establecer lo que otros creen ha sido imperante porque significa un inmenso poder. Desde sus niveles más fundamentales, los sistemas de creencias que forjan nuestro entendimiento son estructuras dinámicas que se edifican con base en lo que experimentamos personalmente y lo que se nos comunica culturalmente por otros.

Este ímpetu siguió, durante miles de años, un patrón relativamente constante: las religiones y la política dictaban aquello que se consideraba correcto o incorrecto creer. Adicionalmente, a partir de la revolución industrial, los medios de comunicación masiva se integraron como actores principales en la ecuación; algunos grupos empoderados reconocieron que repetir un mensaje muchas veces a muchas personas era sumamente efectivo para impulsar comportamientos colectivos.

Solo hasta hace poco, en la década de los años 2000, este monopolio oligárquico en control de la modulación de la opinión pública comenzó a fragmentarse con la llegada de las Redes Sociales. Durante los últimos 20 años, los contenidos desarrollados por individuos, levantando su propia voz, han tenido injerencia en aquello que todos pensamos.

Este último fenómeno se ilustra bien cuando consideramos que un comprador contemporáneo confía más en la opinión de un tercero desconocido que en aquello que tiene que decir la propia empresa que ofrece productos o servicios; es decir, los testimonios de........

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