Economía devaluada
El 11 de diciembre del 2024 será recordado como el día en que empezó la crisis financiera, política y social de la 4T. Hay quienes aún esperan se desate escandalosamente el negro episodio, ello, sin advertir que el terrible capítulo, en el largo vía crucis de los mexicanos, arrancó sigilosamente ese día.
Así como aquel funesto 19 de diciembre de 1994, en el que Serra Puche, mal aconsejado por Carstens y algunos arrogantes funcionarios hacendarios, tomó el rumbo equivocado ampliando la banda, ahora, en medio de posadas, francachelas y cortinas demagógicas de humo se produjo un evento catastrófico que pasó de noche, la renuncia de Coopers & Lybrand (PwC) al puesto de auditor externo del Banco de México.
Fue ese día cuando se dio cuenta a la Cámara de Diputados de una decisión que cambiará la suerte del país para muchos años. Si bien es cierto, se propuso una terna para elegir a quien “posiblemente” le sustituirá, también lo es que, cualquier persona avezada y con experiencia en el sector financiero, dará el peso que corresponde a ese infortunado suceso.
No sólo fue ridículo, sino hasta hilarante, el pretexto basado en falta de personal, de serlo, este resultaría extensivo a cualquier gran empresa que reciba servicios contables de esa firma. Una vez aceptado el encargo, la única salida a su alcance era contratar más gente. Sí, por lo pronto, dejo para otra oportunidad, el debate de si la renuncia fue legal o no, dado que se trata de un cargo de elección popular indirecta.
El problema no es lo que decidió hacer la firma contable, sino las ocultas e inexplicadas razones que le llevaron a tomar una determinación que no sólo le enfrenta con el gobierno en turno, sino que, además, ocasionará la legitima demanda y reclamo por parte de los inversionistas nacionales y extranjeros, de una puntual, exacta, y muy amplia explicación, dado que las razones que hicieron que se incluyera en la ley que rige al Banco de México a un auditor externo fue, precisamente, la necesidad de proveer al establecimiento de condiciones de transparencia y plena revelación a los mercados respecto de todo aquello que sucede hacia el interior de ese instituto central.
Su deber no es, ni puede ser frente al auditado, ni mucho menos, frente a los órganos políticos que hacen una selección por mandato de ley, sino frente a la comunidad financiera, y, en última instancia, frente a los mexicanos que pagaron sus honorarios. El tomar esa encomienda, que ha pasado por las manos de las principales manos auditoras internacionales, suele ser motivo de orgullo y marca de prestigio nacional e internacional, abriendo, por ello, muchas puertas y oportunidades, pero la salida intempestiva, drástica y demoledora puede, y debe ser,........
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