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La aldea invisible que soporta a las madres que trabajan

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11.05.2025

Eran las 07:30 de la mañana. Faltaba una hora para que mi hija más pequeña entrara a clases. En eso, cayó un mensaje en el grupo del salón que más bien parecía un salvavidas, de esos que me evitarían a mí otro fracaso como madre y a mi hija una herida de vida.

“Recuerden que hoy hay que llevar el libro de la historia de cómo se conocieron los papás”.

Saqué los pedazos de otras manualidades que tenía guardadas, senté a mi hija en el comedor y compartí ese momento con ella (como recomendaba la instrucción de la maestra). De la calidad de la tarea no hablaremos, que a los niños eso no les importa.

La clave de esta historia está detrás del mensaje salvador. La autora era la coordinadora del grupo, a quien prácticamente le debo la felicidad de mi hija de ese y muchos otros días.

Ser madre en esta aldea llamada mundo es extenuante, seas el tipo de madre que seas. Y es que la maternidad cansa mucho más allá del trabajo físico. El peso de las expectativas propias, ajenas y de los hijos es una monserga.

Pero he descubierto que ese peso se aligera........

© Expansión