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La gota de agua

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07.12.2025

Susana llegó al atardecer a la casa blanca. La casa que ese amanecer era en realidad rosada.

Venía de lejos y buscaba al Maestro.

Pulsó el timbre junto a la puerta rosada. Esperó. Volvió a pulsarlo. Se escuchaba timbrar del otro lado de la puerta, que entonces notó que no estaba emparejada al quicio.

Entró al amplio salón vacío, a no ser por un juego de sofá y sillones de mimbre, que se veían pequeños y solitarios en el vacío.

Esperó sentada en un sillón de mimbre al Maestro.

Susana era tímida, así que pensó: No debería haber entrado sola y estar acá sola en la casa y sin permiso del Maestro.

Cuando la mañana llegó, todo se volvió blanco en la casa, y Susana subió por las escaleras llamando al Maestro, y llamándolo recorrió las habitaciones vacías una por una, mientras sus pasos resonaban sobre las tablas desnudas.

Una cama acá. Otra allá. En este otro cuarto solo una silla. Ni un cuadro o estantería en las paredes blancas. Y un repentino gato café claro saliendo por una ventana........

© El Universal