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La vulgaridad

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18.08.2025

Una de las consecuencias más positivas de la democracia es que todos somos iguales. Vale lo mismo el voto de un arquitecto galardonado, que el de un tapicero. Pesa tanto el sufragio de un chef internacional, como el del más humilde de los libreros. No hay nada mejor que la igualdad jurídica y garantizar que cualquier persona tenga el poder de determinar hacia dónde se mueve su país.

La igualdad en una democracia avanza en otras esferas de manera más lenta, pero implacable, y así lo notó el gran teórico de la revolución democrática que fue Tocqueville. Él se lamentaba que todas las virtudes cívicas del pueblo norteamericano se viesen empañadas por una cultura masiva y profundamente simplona. La igualdad puede implicar que cualquier persona considere que su creación literaria, musical o su capacidad de entender la historia es igualmente válida a la del soberbio creador, al poeta laureado, o al refinado........

© El Universal