Entre el buey y el burro gris
En la Francia de mi generación (1942), se cantaba a lo largo de las cuatro semanas del tiempo del Adviento el viejo cántico siguiente: Entre el buey y el burro gris/ duerme, duerme, duerme el chiquito/ Mil divinos ángeles/ Mil serafines vuelan alrededor/del gran dios de amor. Florence Delay, escritora de mi generación, en su hermoso libro No hay caballo en el camino de Damasco, observa que el único evangelio de la infancia que relata el nacimiento de Jesús, el de Lucas, no menciona a los dos animales. De la misma manera, ella había notado que, si bien todos los que pintaron a Saúl, el futuro Pablo, en el famoso “camino de Damasco”, lo representan cayendo de caballo, las Escrituras dicen que cae al suelo, pero no mencionan caballo alguno.
Lo que dice el evangelio es que César había ordenado efectuar un censo de toda la población del Imperio (que incluía a Palestina con todo y Gaza) y que, por lo tanto, el carpintero José y su esposa embarazada, la joven María, fueron a Belén, lugar que le tocaba a José. No........





















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