Ya no hay vuelta atrás. Había estado a punto de escribir esta columna, mil y una veces, pero sin falta terminaba reducida a frase suelta porque siempre me mordía la lengua –quiero decir: siempre me amarraba los dedos– cuando estaba a punto de teclear la primera palabra. Empieza aquí. Es una defensa empecinada de Cantinflas. Porque desde que Trump amaneció convertido en candidato, en el año bisiesto, año siniestro de 2016, revivió de polo a polo la tentación de comparar los monólogos culebreros de los políticos con los monólogos magníficos de Cantinflas. Y, en nombre de clásicos del cine como Ahí está el detalle, Si yo fuera diputado, El bolero de Raquel, Sube y baja, El analfabeto y El extra, me parece que hoy es el día justo para poner las cosas en su sitio: Cantinflas es todo lo que estos políticos no son. Conforme a los criterios de
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