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Oráculo manual

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03.04.2025
La semana pasada conté aquí cómo fui despojado, en un trance berlinés del que por fin estoy saliendo airoso, de mi teléfono celular, en el cual tenía depositada y encerrada, como en el cuento de la famosa lámpara de Aladino y el genio que vive en ella, mi vida entera, que ahora me va volviendo a pedazos a ver si la puedo reconstruir de alguna manera: esta clave aquí, este número de verificación allá, este correo para confirmar mi identidad, y así.

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Pensé que todo iba a ser más difícil porque al principio era como un delirio kafkiano en el que cada nuevo dato que me llegaba para rescatar mis cosas implicaba tener acceso a ese mismo dispositivo ahora desaparecido y quién sabe en manos de quién, ojalá alguien que lo necesite más que yo. La paradoja era evidente, como lo conté aquí hace ocho días: sin el celular que me robaron me quedaba imposible recuperar la información que había en él.

Ya de regreso al país, y gracias a los........

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