Me preparo para un vuelo de 11 horas con destino a Bogotá. Me alegra, pero me incomoda la revisión de equipaje de mano que, de verdad, son inútiles, y lo peor es que lo hacen tan serios y dramáticos, creyéndose que están salvando el mundo de un atentado, porque le decomisan a uno una botella de agua. Pero una vez se llega a la sala de espera comienza la felicidad. No más sospechosos de nada y se ha obtenido el derecho a pensar, escribir, ver cine, a comer, brindar o dormir. Un Disney para adultos. Conforme a los criterios de
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