Gracias, Tatiana
Esta mañana, en medio de la avalancha de titulares sobre escándalos, odios y mentiras que suele acompañar mi café matutino, las noticias me hablan también sobre Tatiana Andia. Dicen que se fue, como ella quería, con dignidad.
Entonces busco su última columna en El Espectador y la leo casi sin respirar. Y ella, a quien no tuve el privilegio de conocer, regresa para darme una cachetada que me deja sentado.
“Me disponía a hacer una larga lista, no exhaustiva, de las cosas que extraño. Comenzaría con cosas muy básicas o, como ahora les digo, los ‘pequeños grandes placeres’ que no sabía que eran placeres: bajar las escaleras, preparar un café y sostener la taza con suficiente solvencia como para evitar tirármelo encima y disfrutarlo plenamente”, cuenta Tatiana en el primer párrafo de ese texto.
Entonces miro mi mano, mi propia taza de café, mis piernas, la malacara con la que recibo el día.........
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