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La danza incesante e invisible

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monday

El tiempo, ese viejo prestidigitador con manos de aire, se nos escurre entre los dedos como arena de un reloj sin fondo. Habitamos una era de vértigo, donde los minutos no caminan, sino que levitan, impulsados por una prisa que no pide permiso, solo exige paso. Esta vida, que llamamos moderna, es una coreografía incesante sobre un suelo que tiembla con la vibración de las notificaciones y los mensajes que llegan antes de haber sido pensados.

Observa a la gente en las esquinas. No miran el cielo por si llueve, sino las pantallas que les dictan........

© El Meridiano