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Nacionalismo imperial

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20.02.2025

Si bien nuestra época está colmada de fenómenos que pueden resultar agobiantes y confundir a la gente y a los conductores de naciones, la manera de afrontarlos no puede ser la que señale uno u otro jefe con ínfulas de inspirado, de esos que creen saber de todo y merecer poderes ilimitados. Algo debe quedar de la experiencia de tantos esfuerzos democráticos, y de las heridas de dictaduras criminales del siglo pasado, para que sea posible evitar que personajes parecidos a los de entonces lleguen a hacer el daño propio de una autocracia con propósitos universales en el Siglo XXI.

Vivimos un momento de la historia en el que están en crisis conclusiones a las que se llegó de manera entusiasta y superficial, al finalizar la Guerra Fría. Una de ellas es la supuesta apoteosis absoluta e indiscutible del capitalismo, con la globalización de un sistema considerado como gran vencedor de la competencia con el “socialismo real” y único practicable y sostenible hacia el futuro. Apoteosis que nunca se produjo como lo esperaban sus predicadores, bajo el impacto de los defectos sociales propios del modelo.
También está bajo fuego, en algunos casos amigo, el paradigma de la democracia occidental. Paradigma no ha podido encontrar nido en sociedades de trayectoria milenaria bajo otras modalidades de ejercicio del poder. Aún en democracias que se creían consolidadas, crece la insatisfacción por el modelo tradicional de representación popular, que se considera inadecuado o incapaz de responder con pertinencia, eficiencia y prontitud a las aspiraciones de la gente.

Sin límites de sistema, crece el descontento con los gobiernos y con la clase política, desconectados de las........

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