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Crónicas de Facundo: Descifrando a Trump, desde Venezuela

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03.03.2025

Hago seguimiento a las tendencias acusadas por el orden mundial desde el hito que bien califica José Rodríguez Iturbe como el «quiebre epocal», a partir de 1989.

Como testimonio de ese génesis, ocurrido hace casi dos generaciones y media, con prólogo del fallecido y entrañable amigo Luis Castro Leiva – una cabeza filosófica bien amoblada y que nos demandara a los venezolanos, arando en el mar, revalorizar los ingentes activos de modernidad social y política alcanzados tras el 23 de enero de 1958 – dejé mi texto sobre El Nuevo Orden Mundial y las Tendencias Direccionales del Presente. Estados Unidos se enfrentaba a la invasión de Irak a Kuwait.

En Caracas, los jefes de los partidos, todos a uno señalaban que las ideologías eran piezas de museo. Redujeron la política y la actividad de los partidos a meras tareas electorales para la gerencia del poder; si posible, apalancados todos sobre el Consenso de Washington, léase, el compromiso para el desmontaje del Estado y la privatización de la vida pública. No advertían que llegaba el momento, antes bien, en el que nada ni nadie tendría vida privada. Hasta las intimidades de la gente se harían pasto de las redes.

Ninguno se detuvo a pensar que los marxistas no se habían ido a Marte y permanecerían entre nosotros. Eso sí, habiendo pasado el luto por el derrumbe de la URSS, más reflexivos, dejaron atrás a El Capital y sus prédicas, sin abandonar la lucha por otras ideas. Abrieron fuego, guiados por el resucitado Antonio Gramsci, contra el patrimonio intelectual de Occidente, para fracturarlo desde sus bases. Era el propósito deconstruirlo, hasta que el mismo, sin amenazas externas, se inmolase, apelando a la eutanasia cultural.

El Manifiesto Comunista quedaba para los pastores de nubes. Es eso lo que hemos vivido y padecido durante las tres décadas posteriores, hasta cuando sobreviene la guerra bacteriológica china de 2019, la del COVID.

Avanzada la liquidez social y al fracturarse los ligamentos culturales y afectivos dentro de cada nación, los nichos o las retículas identitarias emergentes y sustitutas se han mirado en sus ombligos bajo la regla de la diferencia y de las cancelaciones. Ocupan la plaza pública y creen tener todo el poder, sin tener poder alguno para enajenarse de los poderes emergentes: el mundo de las plataformas, la criminalidad transnacional, y sus traficantes de ilusiones, los gobernantes del siglo XXI. Aquellos, tales nichos o retículas son los actores de reparto en el teatro de la simulación democrática: tribus urbanas, LGTB , grupos originarios, sectas neo-religiosas, afrodescendientes, negadores del mestizaje cósmico........

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