A otro nivel
Petro, sabemos, detesta a Barranquilla. Pero aún queda algún petrismo, aquí somos ancestrales contravía, y padecemos de incorregible masoquismo. Son tantas las señales de su animadversión hacia nosotros, que sería muy largo volver a mencionarlas. Petro no desmaya. Cartagena cae en sus odios, pero no en forma tan marcada. Los senadores Meisel y Gómez Amín, acompañados por otros de nuestros parlamentarios, han interpuesto y ganado varias demandas para anular la absurda valorización que pretenden aplicarle a la carretera Barranquilla-Cartagena; pero nada, el petrismo apela, insisten, se empeñan en cobrarla. Lo que más le mortifica al orate........
© El Heraldo
