Una guayaba podrida
Hace unas cuantas madrugadas, mientras caminaba en el malecón, un súbito golpe de brisa bajo la luna me hizo evocar un olor del pasado, un olor indescifrable, valdría la pena aclarar. No le puse mucho cuidado al asunto, preocupado como estaba por la escogencia de un tema adecuado para mi columna del viernes, uno que se alejara del grotesco y senil espectáculo de matonería neonazi que domina por estos días la agenda informativa.
Sobra recordar que el olfato es un sentido sofisticado, que enriquece nuestra relación con el mundo, y nos permite además viajar en el tiempo. «Huele a pasado», me dije. Antes, hasta el tiempo tenía su olor característico. Unos meses olían a comida, otros a licor, algunos a pintura fresca, a fogón de........
© El Heraldo
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