Un cuento de Navidad
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Esta semana soñé un cuento de Navidad. No la historia clásica de Charles Dickens, sino una pesadilla. Una pesada ópera bufa. O mejor, una farsa y no una repetición trágica de la historia. El protagonista no era Scrooge, sino un constructor neoyorquino en el papel de fantasma de las navidades presentes y pasadas. En el sueño, no era presidente de la nación norteamericana, sino el personaje interpretado por el legendario actor británico Peter O’Toole en la película producida por el publicista porno Bob Guccione en 1979. En su afán de borrar cualquier evidencia que pudiese asociar su imagen y su nombre al de un reconocido pederasta convicto, el protagonista se daba a la tarea de cubrir con sus manos llenas de tinta negra páginas enteras de documentos. En el sueño la tinta negra era revelada como sangre que goteaba de sus manos hasta convertirse en una riada caudalosa y convulsa, cuya boca desemboca en el mar Caribe y lo ahoga en fuego y en sangre. Lo dicho, una ópera bufa producida por Bob Guccione. De mal gusto, pero con excelentes actores británicos: O’Toole interpretando al emperador romano Tiberio, Malcolm McDowell en el papel de su sucesor aún más perverso, una joven Helen Mirren en el papel de centerfold, madre religiosa y esposa devota. Mal editada por el hacha de su productor cuando fue publicada en la década de los setenta con estética disco y coca, cosmococa, la película fue al tiempo ignorada y destrozada por la crítica en su época. Fue, sin embargo, un éxito de taquilla en esos años. Quizás por ello, y no por coincidencia, ha sido reeditada para acercarla a su versión original, algo más Riefenstahl, más Saló y los Ciento Veinte Días de Sodoma y menos cosmococa.
Se la encuentra disponible en alguna de las plataformas. Contra esa farsa más y menos facha, el surrealismo. Nos lo sugiere en estos días la escritora canadiense........





















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