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El legado del profe Abel Rodríguez

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26.08.2025

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Palabras escritas cinco años después de la partida del maestro y amigo Abel Rodríguez.

No es fácil explicar cómo un maestro del municipio de Piedras, Tolima, graduado de la Escuela Normal de Ibagué y que trabajó en una escuela rural de Algeciras, Huila, tuvo un impacto tan alto sobre los maestros y maestras y, en general, sobre la educación de Colombia en las últimas décadas.

Abel logró algo que muy pocos alcanzan. Fue presidente de la Asociación Distrital de Educadores (ADE) a los 23 años y un tiempo después presidente de FECODE. Fue viceministro, ministro encargado y secretario de Educación. Casi nadie ha logrado un proceso similar, pero cuando ha sucedido es común que las personas olviden sus raíces. Esto no ocurrió en el caso de Abel. Durante toda su carrera, él siguió luchando la misma noble batalla que había emprendido como presidente de FECODE: que a la mayor parte de niños y niñas de Colombia se le garantizara el derecho a una educación de calidad.

Su origen diverso, su experiencia como líder sindical y su rol como representante del gobierno distrital y nacional le permitieron tener una mirada en la que confluían perspectivas muy diferentes, que combinaba lecturas, visiones e historias. Sus “sabatinas” eran un espacio para que los maestros hablaran con él y para compartir actividades culturales. Abel escuchaba a sus maestros. Lo hacía desde las ideas, pero también desde el corazón, evocando a Fals Borda cuando decía que somos “sentipensantes”.

La lectura crítica exige consultar fuentes diversas, reconocer que los conceptos tienen acepciones múltiples y poder distanciarnos afectivamente para construir un juicio más pausado y reflexivo. De esta manera, se garantiza una mirada más profunda de la realidad. Como sabemos, muy pocas personas en Colombia la alcanzan. La gran mayoría prefiere dialogar con personas afines y leer textos que ratifiquen sus ideas. Por eso el filósofo Jonathan Lear afirma que comúnmente las personas no leen, sino que se corroboran. Con Abel no sucedió lo mismo. Asumió la defensa de los maestros, pero también la de las niñas y los niños. Asumió el rol de líder sindical, pero también la responsabilidad del funcionario público. Esa mirada........

© El Espectador