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Cerrado por enfermedad

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02.06.2025

Audio generado con IA de Google

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Estoy enfermo, tengo un dolor de los mil demonios y escribo esto tirado en la cama, pero no voy a dejar de cumplir con mi deber. Una vulgar ciática puede que me tumbe, pero no me va a callar. Al menos no es una incapacidad laboral por guayabo, ni un permiso remunerado para hacerme un implante capilar que me tape la calva, ni un lifting para disimular la vejez en jueves santo porque al fin y al cabo en este país la crisis de la salud y los asesinatos, dada la venerable devoción de sus habitantes, se suspenden en Semana Santa.

Pero no les voy a hablar de mi enfermedad ni de la cirugía estética del jefe del Estado, sino de un problema lingüístico muy interesante. Resulta que entenderse en la propia lengua es dificilísimo cuando cambiamos de país. En general uno se comunica bien con un mexicano o un español, pero hay asuntos íntimos en que las cosas del idioma se complican.

Voy a empezar con un detalle no médico. Cuando yo vivía en Italia había un aviso en los buses que era muy distinto a los avisos de los buses de Medellín. El que mejor recuerdo de Medellín decía: “Todo niño paga”, y esto........

© El Espectador