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La paz de los sepulcros

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Recibo un mensaje del sacerdote suizo-alemán radicado en El Bosquecillo, al filo de la cordillera occidental, entre los altos del corregimiento de Felidia y el valle de Tocotá. Desde su casa-taller, al anochecer, no se ven las luces de Cali. Casi tres mil metros de altura. Radicado en Colombia, se dedica a trabajar por los más vulnerables de los vulnerables: la juventud “sin futuro”. Su nombre de pila es Amadeus.

Lo conozco, lo quiero, lo admiro y lo respeto. Si todos los sacerdotes fueran como él, muy diferente sería la movida eclesiástica. Espiritual, sin fanatismos y sin tragar entero muchos “mandatos curiales”. Sigue las enseñanzas de Jesús y las comparte, las vive y las lleva en su alma.

Lo nombro porque recibo su texto, escrito desde la niebla paramuna,........

© El Espectador