Por: Ricardo Tribín Acosta

En el transcurso de nuestras vidas, hay figuras que trascienden la simple transmisión de conocimientos y se convierten en auténticos maestros, dejando huellas indelebles en nuestra alma. Estos maestros no son solo aquellos que encontramos en las aulas, sino también quienes, desde la vida misma, nos enseñan con su ejemplo, su sabiduría y su pasión. Un maestro que deja huella no se limita a impartir lecciones; más bien, despierta en nosotros preguntas profundas, nos inspira a descubrir nuestro potencial y, en muchos casos, nos impulsan a ir más allá de lo que creíamos posible. Su legado no está en los libros que hemos leído o los exámenes que hemos aprobado, sino en la forma en que transforman nuestra perspectiva del mundo. Estos maestros nos enseñan a ver la vida con ojos curiosos, a enfrentar los desafíos con valor y a apreciar la hermosura de los pequeños detalles. Algunos nos han mostrado el poder de la empatía, recordándonos que cada ser humano merece ser escuchado y comprendido. Otros nos han motivado a soñar en grande, a no........

© El Diario