Pbro. Diego Augusto Arcila Vélez

Una fiel de mi parroquia me preguntó con cierto deje de tristeza, ¿padre, por qué ustedes en la misa dicen papa León y no le agregan el número XIV? Y acotó, ¿se está acabando la Iglesia o qué? Para empezar, su reclamo era válido, venía escuchando siempre Juan Pablo II, Benedicto XVI, etc. Además, la fe de nuestros fieles es detallista, un poco sentimental y aunque no se acerquen mucho al significado de la liturgia (ejercicio de la celebración), simplemente, reclaman lo suyo. Les confieso que me demoré en pensar cómo responder.

Inicié diciéndole que los papas una vez elegidos renuncian a su propio nombre y adoptan según la costumbre desde antiguo la de un apóstol, un santo o un personaje bíblico relevante. Ella me respondió, “sí, padre, ya lo sé, pero por qué no dicen el número XIV”, insistía. Yo acudí a mis conocimientos históricos, culturales y hasta teológicos. Le dije que el número se utilizaba desde la antigüedad para distinguir emperadores, reyes y papas; que fueron los Romanos en su cultura cuando formaron su imperio y se extendieron tanto que utilizaron sus números, para distinguir un líder de otro. Ellos, los romanos, actualizaron el sistema Etrusco de la antigua Mesopotamia y a diferencia del sistema arábigo, fueron creando su propia nomenclatura, ejemplo I, II, III, y así sucesivamente hasta crear los números........

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