USOS Y COSTUMBRES
HÉCTOR TABARES VÁSQUEZ
En el ambiente habitual de nuestras gentes, en el entorno donde fungimos y practicamos la cotidianidad, es frecuente, común denominador, la consigna, aplicar y acostumbrar a llamar al prójimo, amigo, pariente, conocido o figurativamente a fulano, no propiamente empleando el nombre de pila o apellido, sino utilizando el alias, el apodo, la mácula del origen, de la tara, de la posesión de cualidades, pero mayormente de los defectos. La ignorancia no permite ubicar la procedencia y precisamente sí en determinada cultura remotamente apareció y tuvo nacimiento esta forma tan peculiar, en veces de un tenor despectivo, insultante, adjudicatario de bondades o imperfecciones. La realidad y la evidencia del comentario, obedece a circunstancia apenas entendible y de ocurrencia generalizada, consistente en constituir verdad de apuño que no admite prueba en contrario, acomodando cita coloquial, observar el fenómeno curioso y repetido de no distinguirse a persona o criatura, en la exacta dimensión y en el modo de desplazarse en el diario discurrir, exclusivamente en su apelativo, con pelos y señales. No. Ese zutano, es definido y resaltado en el círculo de amistades, en el medio, a través del bautizo dado y ungido, no en iglesia, solo en el conglomerado. Lo anecdótico del asunto estriba en la genialidad del vulgo ignaro y municipal ante la muy curiosa incidencia de dar en el clavo, pues en ocasiones no es factible evitar un sonrisa y echar mano de una carcajada, al encontrar el símil del........
© El Diario
