Cuando yo fui árabe …
Desde los albores de mi vida sentí una especial fascinación por las matemáticas. No voy a presumir de haber sido un experto en ellas pero tengo claro que aquella atracción fue la que me hizo ingeniero, vocación que apareció en cada uno de los ejercicios de orientación profesional a que me sometieron en mi pubertad. En otras palabras, yo había nacido para ser ingeniero, me dijeron. Y en verdad, con el tiempo descubrí una singular facilidad para los números. Después de la aritmética escolar el bachillerato clásico nos enfrentó con el álgebra, un encuentro aterrador en el que descubrimos que las matemáticas no son solo números sino también letras, símbolos y fórmulas. Recuerdo que para muchos de mis compañeros esta materia era un «coco», una maraña de laberintos incomprensibles en la que se perdían sin remedio. En cada examen padecían insufribles tormentos que yo asociaba con leyendas y relatos de «Alí........
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