“Vanidad de vanidades, todo es vanidad Ecl:1-2”.

La vida moderna, constantemente nos envuelve en la promesa de satisfacción disfraza de abundancia material y experiencias sensoriales intensas, gracias a los bombardeos publicitarios de que «más» siempre es mejor: más posesiones, más placer, más reconocimiento; sin embargo, al reflexionar sobre la vanidad de la vida, la realidad, es que nadie busca un propósito más profundo, que no se halla en las cosas materiales pues estas son pasajeras y no pueden satisfacer el anhelo del corazón humano.

Las Escrituras nos recuerdan constantemente, la vacuidad de perseguir riquezas y placeres efímeros, como fin último, Eclesiastés, con su melancólica pero certera afirmación, repercute con una fuerza particular en nuestra sociedad de consumo desmedido, ¿Cuántas veces hemos llenado vacíos internos con compras innecesarias o buscamos la felicidad en la próxima experiencia, solo para encontrarnos con una sensación fugaz y un vacío cada vez más profundo?

Jesús mismo advirtió sobre los peligros de la acumulación de tesoros terrenales,........

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