VERGÜENZA QUE LIBERA
¿Recuerdas la última vez que sentiste que tu corazón se encogía ante la mirada de otro? Yo sí. Tenía cuatro años, y en medio de un desfile en kinder, olvidé el recorrido que había practicado por semanas. Mientras mis amiguitos reían y la Madre Superiora intentaba guiarme, deseé que la tierra me tragara. Hoy, décadas después, aquella niña que quiso desaparecer me susurra una verdad: la vergüenza no es enemiga. Es una maestra disfrazada de monstruo.
Que nos han enseñado por generaciones: «Si lo escondes, no existe”. La vergüenza florece en la oscuridad. La reconocemos en el sudor frío antes de decir «me equivoqué» en una reunión laboral, en el pánico de publicar una foto sin filtros, en el silencio que guardamos cuando un familiar nos pregunta «¿y cuándo te casas?».
Pero aquí está el engaño: creemos que........
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