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Trapecistas sin miedo

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11.04.2025

Cuando era niño y hasta en mi pubertad, no había circo que no me provocara deleite y angustia al mismo tiempo, aunque, naturalmente, que la emoción de ver a los musculosos trapecistas subir hasta las alturas, hacía que justificara el precio de la entrada que pagaba. En el circo – circos pobres en Santa Cruz – a veces, además de los payasos chilenos, había uno que otro tigre viejo y algún león con tiña y por tanto escaso de melena, a los que el domador les podía tocar sus partes y las fieras apenas bostezaban. Y espectáculo aparte eran los malabaristas, que te hacían aparecer y desaparecer cartas y te sacaban caramelos de las orejas. Y los ventrílocuos, que eran excepcionales para hacer hablar disparates a los muñecos con sus floreadas corbatas de michi.
Sin embargo, se me erizó la piel cuando me enteré que en una exhibición de trapecistas, tremenda porque era de saltos mortales con los ojos vendados, uno de los atletas principales, que tenía la entera confianza del resto, se soltó de sus compañeros, quitándose la venda de los ojos. Los otros quedaron atónitos, colgados de donde podían, balanceándose en las alturas, sin malla de protección. Abajo........

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