La agonía del dictador
A fin de cuentas, luego de tantos años, ha quedado suficientemente demostrado que Nicolás Maduro no es una buena persona, que es un hombre infectado de odio y resentimiento. Y sabemos que nada existe peor que los resentidos cuando se trata de ejercer poder. Lo hemos visto en la historia y más cercanamente en Bolivia, con Evo Morales como ejemplo. El rencor hacia la sociedad sucede a menudo y no siempre en un individuo, sino que, muchas veces, en grupos humanos, en regiones enteras que se consideran maltratadas o despreciadas.
No vamos a hacer un recuento de todas las fechorías que Maduro ha provocado a sus compatriotas ni de la sangre derramada, porque eso está en todos los medios informativos. Con solo observar parte de lo acontecido en las elecciones presidenciales del domingo pasado, es suficiente como para que la opinión general se dé cuenta que Venezuela está en manos de un paranoico. Que está siendo gobernada desde hace un cuarto de siglo por dos sujetos que padecieron – lo padece el actual – de una dudosa capacidad de discernimiento.
Porque Maduro es la fiel herencia de Hugo Chávez; el “hijo” de Chávez le llaman sus partidarios para halagarlo, y, esta vez, más allá del........
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