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Brian Wilson, la California que fue y la que nunca será

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Que Brian Wilson haya muerto justo cuando se incendiaba California es uno de esos azares nada azarosos que convierten la vida de los genios en una obra más. Como si el fuego allá fuera correspondiera al fuego que ardía —y se apagaba— en su cabeza. Una última coincidencia, tan cruel como poética, para quien mejor supo inventar un paraíso y mostrar, sin avisar, que también había un infierno escondido entre sus palmeras.

La música de Brian Wilson, con los Beach Boys y sin ellos, nunca fue panfletaria. Evitó Vietnam, los derechos civiles, cualquier forma de proclama. Pero eso no significa que no haya sido política. Fue, quizás, lo más político que podía cantarse en los años del desencanto: la felicidad. No como eslogan, sino como obsesión. Como utopía sonora. Como estructura espiritual.

Cuando compuso Pet Sounds, Wilson no quiso denunciar nada ni defenderlo todo. Quiso —según él mismo— que la música hiciera feliz a quien la escuchara. Pero al buscar la felicidad, encontró también su sombra. El desconsuelo, la fragilidad, la nostalgia. Por eso Pet Sounds no es alegre ni triste: es algo más raro y más humano. Es música que........

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