El sanchismo era esto y siempre lo fue
En la política y en la vida, pocas expresiones me fastidian más que "os lo dije". No tengo, pues, la menor intención de alardear. Si algunas personas diagnosticamos prematuramente el sanchismo fue únicamente por disponer de información preliminar sobre el personaje y su entorno. En el verano de 2014, el macarrismo político se instaló en la cúspide del PSOE y, después, en el Gobierno. Las consecuencias están a la vista: hay una bomba lapa colocada en los bajos del Estado de derecho. Quienes tuvimos el triste privilegio de verlo venir hemos vivido este tiempo con igual escándalo que los demás, pero sin sorpresa.
Efectivamente, el sanchismo era esto y lo fue desde el principio. No es que haya degenerado con el paso del tiempo; es que la fuerza de los hechos y su propio declive le obligaron a mostrar progresivamente los aspectos más innobles de su ser natal. El tránsito de aquel "Gobierno bonito" de 2018 al régimen visiblemente sórdido de 2025 es una regresión en el sentido freudiano del término. El sanchismo genuino se parece más a Leire Díez que a Nadia Calviño (esta fue parte del maquillaje hasta que ella también se contagió).
Hay dos frases de Karl Marx que reflejan con precisión a lo que aquí sucede. Una es que el ser social determina la conciencia. Esa retrata a los sujetos de galaxia sanchista, empezando por el jefe de la tribu. La otra, que la historia sucede como tragedia y después se repite como farsa. En lo que se refiere a la corrupción política en España, Luis Roldán fue una tragedia (la pérdida de la inocencia para muchos socialistas) y lo de Leire Díez y compañía una farsa grotesca que llama por igual a la carcajada y al espanto. Como estación intermedia, Bárcenas con sus patrones pagadores y su cohorte de sobrecogedores.
Esta situación es un chollo para el cronista de actualidad. Tiene de todo para un thriller tragicómico por entregas: políticos corruptos, un Gobierno conspirando con malhechores contra los jueces y los policías, fiscales venales, periodistas entregados al poder y otros ejerciendo de detectives, empresarios y abogados desaprensivos, espías de verdad y espías de sainete, grabaciones de traca, puteros y putas en coche oficial, atentados inventados y dosieres prefabricados, analfabetos funcionales dirigiendo organismos y empresas públicas, apagones que no se explican y trenes que se paran, expresidentes actuando de operadores de la dictadura china, leyes que se compran y se venden, "progresistes" regresivos aboliendo la biología en el BOE, derechistas cavernarios luciendo montera de torero como fetiche ideológico… y así hasta la adicción coprófaga o la náusea.
Opinión TE PUEDE INTERESAR Radiografía del peor momento de Sánchez Antonio CasadoPor su parte, el analista puede ignorar la parte circense y seguir escribiendo sesudamente sobre los problemas estructurales eternamente postergados; pero ello supone silenciar que la política convertida en circo resulta ser uno de los principales problemas del país y, además, tiende a hacerse estructural. Puede contribuir a la depresión colectiva subrayando cada día la catástrofe institucional y constitucional y la irresponsabilidad suprema de los gobernantes y de los votantes (también llamados altivamente "la gente"). Puede profetizar cuándo convocará Sánchez las elecciones. O recurrir a la sátira costumbrista y tomárselo a cachondeo, lo que le premiará con un montón de likes. Cualquier fórmula me parece aceptable siempre que no se abuse de latiguillos como "a nivel de", "implementar" o "volver a repetir", y se citen en su sentido original vocablos mal aprendidos como "fontaneros" y "barones". Con las jergas heredadas pasa como con los tacos: o se sabe usarlos, o es preferible omitirlos.
En la cúpula del edificio sanchista habitan el jefe y su señora.
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