Miguel Velázquez
En torno a los días no hay doce cuerdas, sí caídas sobre la lona, ganchos y directos a rostros más o menos esquivos, victorias efímeras (ninguna es para siempre) y campanas salvadoras. Cuanto más arriba estamos (idiota) llega una pandemia, un volcán o un apagón y nos noquea. La desnudez del homínido asoma y en un pispás caemos en la cuenta de que no somos más que polvo. La torre alta sobre la que levantamos nuestro frágil palmito se desmorona en cero coma y lo que antes era imprescindible (el teléfono móvil, por ejemplo) se aparta a beneficio del kit de supervivencia. Es la misma sensación que cuando asoma la fatalidad. Todo se relativiza y la habitual estupidez que envuelve al ser humano desaparece de un tirón.
Hoy estamos y mañana Dios dirá. Que se lo digan a Francisco o a Bernardo. Bienvenido, Eloy. Aunque saberse cerca del alma inmortal da tranquilidad. Otra cosa es no tomarse el espíritu en serio e igualarse a un animal o al superhombre nietzscheano. Entonces, la cuenta........
© Diario de Avisos
