OPINIÓN: La luz, bróder, la luz
Al atardecer del segundo día, la señora salió al balcón de su apartamento a golpear una cazuela. Insistió por unos minutos, pero nadie en el barrio la secundó. Los organizadores a distancia del esperado “golpe blando” contrarrevolucionario apostaban a que se produciría una masiva protesta popular. La abrupta caída de los servicios eléctricos en todo el país había estremecido a los cubanos, aunque en muchas provincias los cortes de luz ya eran habituales. La falta de combustible, de piezas de repuesto y de financiamiento, obligan a los trabajadores de las centrales termoeléctricas del país a hacer magia para reparar en lo posible las maquinarias, y sostener su puesta en marcha. El bloqueo estrangula la economía, y las redes sociales, manejadas desde Miami, culpan al Gobierno de mala gestión. Los pocos intentos de crear caos en la capital fueron rápidamente controlados. El pueblo cubano comprendió de repente la magnitud de la guerra que enfrenta. Casi al unísono, un huracán tocó el hocico del caimán, y se arrastró lentamente por la costa norte del Oriente cubano. Sucedió el milagro: en lugar de protestas callejeras, la gente se organizó en cadenas de solidaridad. Ningún sesudo analista de la contra podía preverlo, porque para ello tendría que creer en el pueblo. La solidaridad no es un atributo exclusivo de los cubanos, pero es un atributo esencial de la Revolución. Los que se movilizan cuando la Patria lo necesita, vivan o no en Cuba, los que salen a defender la vida de pueblos extraños y lejanos,........
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