OPINIÓN: La frivolidad y los abrazos de París
El fuego de lo inabarcable y de lo inmediato consume todas las ideas. Es difícil escribir una opinión personal a mitad de camino de unos Juegos Olímpicos, donde la noticia y el espectáculo de hoy, de ahora mismo, son devorados por lo que acontece minutos más tarde, o mañana, aunque en el estómago, en las vísceras de cada deportista, de cada amante del deporte, quede un fulgor inapagable de alegría o tristeza, por la victoria o la derrota que cada atleta comparte inevitablemente con su pueblo.
Pero es más difícil aún no reflexionar sobre unos Juegos que esconden el horror de la guerra, las noticias más urgentes que nos esforzamos por olvidar: mientras París ostenta su riqueza, su poder, en un alarde desmesurado —de qué sirve la riqueza si no puede ostentarse— a ratos aburrido, y remeda en tono de farsa y vodevil los sangrientos sucesos de la Revolución francesa, mientras exhibe con alarmante frivolidad una cabeza de María Antonieta que habla, y hace saltar en cascada la sangre de las ventanas del Palacio, sangre hecha de serpentinas, hay sangre verdadera en las calles de Palestina, en las armas que Francia trasiega y envía a los fascistas ucranianos, en las medicinas que el bloqueo estadounidense y el “dejar hacer” cómplice de los gobiernos europeos, impide que lleguen a niños enfermos de Cuba, en la confabulación desvergonzada por hacer parecer ilegítimo el triunfo electoral del gobierno revolucionario de Venezuela.
No me preocupa la sensibilidad de las cortes de Europa —la vetusta realeza es una institución que hace........
© Cubasí
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