Lo que se hereda...
Este lunes, mi mamá llegó a sus “primeros” 80 años de vida. En una población envejecida como la nuestra ya no parece una proeza, pero cuando se mira a nivel de individuos, sí que lo es.
Cada junio vencido resultó para ella un reto mayor que el anterior, y mientras más veranos acumula, más duro le resulta ver partir a los seres que ama o renunciar a sus proyectos y responsabilidades, sus hobbies y sus preciados recuerdos.
También son mayores las razones para sentirme orgullosa de sus logros, y en especial de su eterna capacidad para aprehender lo nuevo y aplicarlo con inmediatez; algo que deja atónitos a muchos jóvenes, porque esta viejecita de apariencia inocente es un reactor nuclear de tenacidad, inteligencia, poder de adaptación e integridad.
En las cinco décadas de las que puedo dar fe, la doña mantuvo siempre a flor de piel su muchosidad, como diría Mirebel, aunque Jorge y yo preferiríamos usar “luchosidad” porque mi mambisa se recarga peleando ¡y........
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