Notas sobre el reparto (II)
Son preguntas que saltan sobre la mesa, siempre que se polemiza el reggaetón cubano. Y que nos urge responder, para su comprensión objetiva a y responsable.
Si de hacer ciencia se trata, de trascender lo empírico y lo prejuicioso que ha signado su debate. Porque si existe un fenómeno reparto, hemos vivido también un “fenómeno” de observación y de ejercicio crítico de este “género” y de sus manifestaciones extramusicales; un fenómeno de su estudio que con talleres como este comenzamos a transformar, desde la multidisciplinariedad, integrando saberes.
Y hacia eso va mi aporte, esta especie de contrapunteo entre mi práctica periodística, de comentar lo que observo o es noticia, y mis motivaciones de cientista político de hacerme de un instrumental teórico explicativo para comprender los comportamientos en la arena pública, específicamente en el campo cultural, y de relacionarlos con las redes de poderes.
En mi opinión, para comprender mejor al fenómeno reparto hay que cogerlo por los dos cuernos. Con las dos manos. Con la mano de agarrar el tarro derecho, de identificar, medir y explicar las culturas masificadas, y con la otra experta en investigar las culturas populares. Porque si intentamos estudiarlo con una sola de ella, se desparraman entre los dedos, cual si agarráramos un líquido, variables, causales, condicionantes o elementos del sistema de gran significado y que se retienen con la otra.
Más, cuando lo que abordamos son géneros musicales híbridos, derivaciones de subculturas diversas, con distintos grados de masificación. De fenómenos complejos y comportamientos orientados y condicionados por subjetividades, donde un proceso de semiotización, de creación o reproducción de sentidos, se conjuga con otro, que lo neutraliza o acelera, según el medio ambiente en que discurre, por los gradientes en que circula, por las derivaciones sucesivas- y también rizomáticas- de procesos multicausados y multicondicionados. Y desde el Caribe, un archipiélago musical, de cruces, ni aislado del resto del mundo, ni detenido en lo que fue.
Porque más que la totalidad reparto, son los elementos del “circuito cultural” que lo integra (producción, circulación, consumo, representación, identidad…) los se mueven en esa dicotomía, en ese eje procesual y dialéctico. Con dos polos modélicos que les propongo con ítems extremos, con un valor metodológico y pedagógico, como modelos de representación que son, considerando solo unas variables y no teniendo en cuenta las demás.
Comportamientos que presuponemos espontáneos, pero que son imantados o conducidos por intereses y poderes, por las intenciones estructuradas de quién tenga “la voz cantante” en ese circuito: una comunidad creativa o el mandamás de la industria cultural. Si lo que prima es el cálculo, el interés de masificar o enlatar una subcultura, o una necesidad de expresar la naturaleza humana, de contar y cantar una realidad concreta.
En mi caso, no caigo en la contraposición entre cultura popular y cultura erudita, entre “alta” y “baja cultura”, sino como planteaba Martí,........
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