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Contra las fakes, la Bienal de la sonrisa y la reflexión (I)

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04.05.2025

Digamos que sinuoso resultó el trazo de esta XXIV Bienal Internacional de Humor Gráfico. Cuba 2025. Fueron cuatro jornadas, de idas sucesivas y circulares retornos. No solo de La Habana a San Antonio, y viceversa, sino también de la tradición a la renovación, de la persistencia a la resiliencia, de la defensa reflexiva de lo que la singulariza, lo que se ha de mantener o recuperar, a las necesarias readecuaciones que imponen las condiciones socioeconómicas del país y que soplan desde otros lares.

De conquistas y retrocesos, de luces y sombras. De saetas que avanzan paralelas o que se contraponen de algún modo. De fuerzas y limitaciones que impactan sobre una expresión que integra comunicación y arte, políticas editoriales y motivaciones personales, hechas manualmente o con herramientas digitales, para circular en los medios, en las redes virtuales, y dignas de exponerse en las más lujosas galerías.

También fue la bienal de firmas que ya no están o que se extrañan, ya porque abandonaron este mundo, aun loco y perfectible, ya porque desecharon la plumilla y el wacóm para “luchar” el pan con otras “pinchas”. Y de las que regresaron a San Antonio, a saber por qué motivaciones. Y de las firmas nuevas, ah, las que emergen desde los sueños y la experimentación, por apuntar y colorear una idea, un chiste, o por seguir el ejemplo de otras “clásicas”.

Es esta, lo sigue siendo, una Bienal ariguanabense. Ha sido así desde la primera realizada en marzo de 1979, con el impulso de la dirección de la Unión de Periodistas de Cuba, promotores culturales, humoristas y las autoridades de la villa de San Antonio de los Baños.

De “La Villa del Humor” por el cruce de dos ríos: Azar y Concurrencia. Por ser la patria chica de dos grandes cultivadores que marcaron el devenir gráfico de Cuba: Eduardo Abela (Abela), creador de El Bobo, y René de la Nuez (Nuez) el de El Loquito. Además fue cuna de Jesús de Armas (de Armas), de Pedro Rodríguez García (Peroga), de Francisco Martínez Villamil (Villamil) y del multipremiado Ángel Boligán (Boligán). Donde se asentó por años el gallego José Luis Posada (Posada) y vio la luz un caricaturista del semanario Mella que terminó por convertirse en un trovador imprescindible: Silvio Rodríguez.

Sede, por demás, del Museo del Humor, el único de esta especialidad en nuestro país y de los pocos existentes en el globo. Institución que atesora lo más valioso de la memoria gráfica del archipiélago y también una considerable muestra de artistas internacionales que han participado en las bienales.

Eso explica el jolgorio que se arma cada dos años por la antigua Calle Real del poblado. Ese colorido pasacalle hacia el Parque Central, en el que desfilan, junto al júbilo carnavalesco y festivo, personajes que fueron tinta sobre........

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