Semiótica de los infiltrados
Cuando aparecen los infiltrados en las propias líneas hay que explicar cómo, cuándo y dónde hubo “descuidos”, complicidades o deslices. Hay infiltrados que se meten por la ventana y los hay que entran por la puerta grande con la llave que alguien le prestó, le vendió o le alquiló. En la mayoría de los casos el objetivo máximo es destruir, romper, ensuciar o traicionar algo que alguna vez y de alguna manera, pareció todo lo contrario a la impronta y a los planes del infiltrado. “Dice mi padre que un solo traidor puede con mil valientes”, escribió Alfredo Zitarrosa.
Todo se vuelve un “mundo bizarro” que deja al desnudo debilidades y aberraciones en las acciones y en las cabezas de quienes dirigen y quienes secundan. Algunas veces el infiltrado obedece órdenes exógenas y no pocas veces es obra de perversiones endógenas que son, tarde o temprano, el acta de defunción de las organizaciones. Es añejo el truco de vividores de inocular uno o varios chupasangre capaces de pudrirlo todo aprovechando unas veces la ingenuidad, la bondad o la idiotez dominantes.
Hay múltiples capítulos terribles producto del cálculo desalmado, por el acomodo de ocasión, por el saber meterse en el lugar y el momento correctos para intoxicar las mieles del esfuerzo de otros. Son muchos los trepadores, arribistas y vividores que se acomodan o agazapan en lugares estratégicos para ir destruyendo todo, rápido o poco a poco. Cada infiltrado es expresión en miniatura del capitalismo, sabandijas que medran en todo rincón de la vida diaria.
En su lógica, los infiltrados operan disfrazados de mediocres. Hacen los esfuerzos necesarios para asegurarse más “beneficios” de los que su circunstancia y........
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