Soledad en compañía
¿Quién no conoce, al menos, a un movifílico? Cada vez vemos más acólitos de esa cofradía que, paradójicamente, al mismo tiempo acerca y distancia. Ellos no pueden alejarse un metro de su teléfono celular. Cuando salen a la calle sin él, padecen ataques de pánico. Andan a la caza de softwares y aplicaciones. A la hora de cocinar emplean una sola mano. Frente al televisor “disfrutan” a retazos de los programas, a la par chequean en la otra pantalla las noticias del día. En el elevador del edificio los saludas y no despegan la vista del inseparable aparatico. Durante la madrugada se levantan para revisarlo.
En sus inicios la afición era loable: mediante el móvil entramos en contacto con otros individuos, seguimos las novedades de amigos y familiares, recibimos información sobre los sucesos de casi todo el orbe, “viajamos” en el tiempo y en el espacio, leemos incluso lo que nuestras editoriales no suelen o no pueden publicar; asimismo, aprendemos idiomas, nos instruimos en disímiles materias, escuchamos música,........
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